El arabista Juan Francisco Pérez Cagigas responde a la carta en que Juan Antonio Pellicer y José Antonio Conde discutían sus objeciones al aparato crítico de la edición del Quijote de 1797. Aunque en su réplica Cagigas reproduce casi por entero la misiva de Pellicer y Conde y comenta cada uno de sus párrafos, el objetivo primordial del arabista es el de demostrar que en el nombre de Cide Hamete Ben-Engeli se esconde un pequeño juego metaliterario con el que Cervantes se habría confesado autor del Quijote. Frente a la interpretación de Conde, que conjeturaba que el nombre del legendario historiador musulman significaba «hijo del ciervo, cerval o cervanteño», Cagigas defiende que la traducción más aproximada sería la de «noble satírico ingenuo».
Respuesta a la Carta en Castellano de don Juan Antonio Pellicer, y postdata políglota de don Josef Conde
en que impugnaron la carta crítica sobre el verdadero autor de la historia de Don Quijote, por don Juan Francisco Pérez Cagigas, cura párroco en este arzobispado de Toledo
Juan Francisco Pérez Cagigas
1800
Resumen
Descripción bibliográfica
Pérez Cagigas, Juan Francisco, Respuesta a la carta en castellano de Don Juan Antonio Pellicer, y postdata políglota de don Josef Conde, en que impugnaron la carta crítica sobre el verdadero autor de la histotia de Don Quijote, por don Juan Francisco Pérez Cagigas, Madrid: Viuda e hijo de Pedro Marín, 1800.
60 pp., 3 en bl.; 8º. Sign: BNE CervC/17/3; CERVC/17/3.
Ejemplares
Biblioteca Nacional de España
Cita
Juan Francisco Pérez Cagigas (1800). Respuesta a la Carta en Castellano de don Juan Antonio Pellicer, y postdata políglota de don Josef Conde en que impugnaron la carta crítica sobre el verdadero autor de la historia de Don Quijote, por don Juan Francisco Pérez Cagigas, cura párroco en este arzobispado de Toledo, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://www.bibliotecalectura18.net/d/respuesta-a-la-carta-en-castellano-de-don-juan-antonio-pellicer-y-postdata-poliglota-de-don-josef-conde> Consulta: 07/10/2024].
Copyright
Pablo Martín González
Edición
lā taṭmaʿū an tuhīnū-nā wa-nukrimu-kum
wa-an nakuffa l-aḏà ʿan-kum wa-tuʾḏū-nā
«No queráis injuriando, que os honremos;
ni cuando nos dañáis, que no os dañemos»
Elfeld Ben Abas
Señor don Juan Antonio Pellicer:
Muy señor mío, dirigí a vuesa merced mi carta crítica sobre las verdadera inteligencia de las voces Cide Hamete Ben-Engeli, cuya explicación estampó vuesa merced en la nota que se halla a la página 96 del tomo primero de la historia de Don Quijote y procuré observar en ella las reglas de la buena crianza, sin zaherir a vuesa merced ni al autor de la opinión que siguió [1].
Mas, sin embargo, he visto que un sabio como vuesa merced, que no quiere incurrir en el vicio de descortés, no ha tenido reparo en responder a ella, notándola de mordicante e insolente y a su autor de simple y mentecato. Sin duda será de esencia en sabios del calibre de Vecesarce el contestar a las razones con denuestos [2]. Mas, dejando querellas vanas y mi estimación en el estado que se merezca, haré por manifestar a vuesa merced que su carta de nombre y en castellano por apellido (título que la hará gloriosa en los países de su naturaleza) es un tejido de fruslerías y resentimientos porque yo no puse entre las estrellas cada una de las pasmosas y singulares notas con que vuesa merced ha embadurnado al insigne Campeón de la Mancha.
Lo primero que vuesa merced me censura son estas palabras de la portada, «en que se descubre el verdadero autor de la famosa historia de Don Quijote», burlándose de ellas con esta ironía: «fin, por cierto, loable, fin alto y misterioso que, si no fuese por este novísimo y felicísimo descubrimiento, nadie tendría noticia de esta famosa historia, si no todos aquellos que la han leído y leen, y otros muchos que ni la han leído ni leen» [3]. De suerte que, según vuesa merced se explica, todos saben por solo el texto de ella que Cervantes es su autor. Ahora bien, léala cualquiera desnuda de portada y vida del autor y veamos quién deduce que su escritor fue Cervantes y no un moro llamado Cide Hamete Ben-Engeli. Solo este nombre nos declara el texto y es preciso recurrir a la interpretación de estas voces, como vuesa merced lo hizo. Yo manifesté en mi carta que de las voces Cide Hamete Ben-Engeli que se hallan en el texto se deducía que el verdadero autor del Quijote fue Cervantes, y por ello expresé en la portada de mi carta que en ella se descubría el verdadero autor del Quijote, sin que por esto haya quedado tan lleno de vanidad que juzgue haber excitado la expectación pública, pues no llevé otro fin que el de interpretar para los lectores del Quijote unas voces árabes, en cuya interpretación vuesa merced y un pedagogo pángloto han sido tan infelices.
En el tercer párrafo como que siente vuesa merced que le dijese que empecé a leer las notas por divertirme. Pues, ¿por qué juzga vuesa merced que las habrían leído muchos? Por pasar el tiempo, porque no pudiéndose esperar de ellas ningún conocimiento importante ni aun noticias útiles para la mejor inteligencia de la obra, dije con toda verdad que por mera diversión las había empezado a leer, y, leídas algunas, no me falto razón para declarar que otras no me parecieron bien, así como a vuesa merced le ha sucedido con mi carta hipercrítica, esto es, insolente, mordaz. Pero no necesito para vindicarla de la crítica de vuesa merced más que la censura de los lectores, que juzgarán a la vista de una y otra a cual convienen con más razón aquellos epítetos, pues advertirán que no hay en la mía una sola voz que sea insolente y que la de vuesa merced hormiguea en estas gracias.
La sospecha que tuvo su amigo de vuesa merced de que «aquel bastante larga (la nota) se había añadido con cierto retintín» [4], no fue del todo temeraria, porque si no hay ley del reino, ni pragmática real que trate de notas, hay sus reglas determinadas por la buena crítica que dictan, fijan y establecen su medida y, según estas, ha puesto vuesa merced algunas que, aunque breves, parecen largas porque son insulsas, nada ilustran ni interesan y pocas que enseñen y ceben la curiosidad, sin embargo de los ingredientes que se hallan en la botica del segundo párrafo de su «Discurso perliminar» [5]. Bien que como buen boticario buscó un quid pro cuo para contentar al entendimiento de los lectores, que si he de hablar claro, nunca se contentará. Porque el entendimiento se convence, no se contenta. Y sepa vuesa merced para lo sucesivo que en las recetas literarias no cabe fe para su aplicación.
En el quinto párrafo sí que es el oír a vuesa merced como a otro Don Quijote enderezar tuertos y vengar agravios ajenos, llamándome infiel, «que omito el nombre, el apellido y empleo del descubridor» de la opinión del cervanteño, «anublándolo, soterrándolo y cifrándolo todo en una N mayúscula», como si fuera «un quidam o un fulano de tal», y más «cuando el señor don Josef Conde no tuvo el menor reparo en que se publicase todo en un libro tan común como el de Don Quijote de la Mancha» [6].
Nunca creí que vuesa merced reparará tanto en una letra, ni que se inflamara tanto contra ella. ¿Sabe vuesa merced lo que ha hecho con tanto fuego? Dar ocasión a que se crea de vuesa merced que ha sentido en el alma de su vanidad el que se ocultase su nombre, y que por eso me trata de «infiel», y «escrupulosamente ridículo» [7]. Pero, señor don Juan Antonio Pellicer, le juro a vuesa merced según mi estado que, cuando presenté mi carta solicitando la licencia para su impresión, iban tan claros como la luz y con todas sus letras y ápices lo nombres y apellidos, tanto de vuesa merced como del señor don Josef Conde. Si vuesa merced no quiere creerme, aunque santamente se lo he jurado, dé un paseo a la Escribanía de Gobierno del Consejo de Castilla, en donde se halla el original, y los verá borrados (señal de que fueron escritos). Porque la modestia cristiana y la política del censor lo quisieron así. Y a la verdad que me agradó mucho la tal corrección porque de este modo se quita la menor apariencia de personalidad. No hay cosa más abominable en las críticas, que el olvidarse de la cuestión y tirar contra la persona del autor a quien se critica. Esta grosería, que ya se iba olvidando, veo que se renueva en algunas críticas, en donde las indirectas contra las personas hacen el primer gasto. Yo no imitaré tan malos ejemplos, aunque autorizados por hombres que se dicen sabios. Por esta razón juzgué por muy conveniente que se omitiesen los nombres de las personas, cuyas opiniones impugnaba y, por la misma, puse no más que las iniciales de mi nombre y apellido, a fin de quitar toda tentación de personalidades a los que me contestasen. Pero supuesto que vuesa merced y su digno socio se ofenden de que no los haya nombrado en mi primera carta. Lo haré en esta por no privarlos de esta gloria, que buen pro les haga.
Después de esto dice vuesa merced que ha podado las ramas, y yo digo que las ha desgajado, ¿qué tal habrá quedado el tronco? Asegura vuesa merced que el supuesto en que fundo mi opinión, esto es, «toda la máquina de alusiones e interpretaciones», es inaveriguable para vuesa merced. Copia mis palabras de que «no hay duda que Cervantes ocultó en aquellas voces, de que formó su nombre según la naturaleza del idioma árabe, unas cualidades que diesen a entender cuál era el verdadero autor de la fábula»; y luego me hace esta preguntilla: «¿quién le ha dicho a vuesa merced, señor escritor de cartas críticas, que no cabe duda en que Cervantes ocultase su nombre bajo de aquellas voces agarenas?» [8].
¿Y quién creerá que me lo ha dicho don Juan Antonio Pellicer, Bibliotecario de su majestad, Académico de la de la Historia y proto-notario en España del ingenioso hidalgo (que es más que todo) en la nota citada en mi carta anterior? Sí señor, vuesa merced ha sido el Mercurio que, con la vara de su erudición, ha revocado del sepulcro a Cervantes, le ha consultado y tomado el dicho sobre esta conversión. Oiga vuesa merced las palabras de su estupenda nota: «lo que merece particular atención es el arte con que Cervantes supo arabizar su nombre, ocultándole en el de Cide Hamete Ben-Engeli». Oiga vuesa merced también lo que dice un poco más abajo como en prueba de su aserción: «en cinco años de cautiverio y trato con los argelinos aprendió muchas palabras en su algarabía (que para vuesa merced es el idioma árabe) como se manifiesta de las que suele sembrar en el contexto de esta historia y de otras obras suyas» [9]. Vuesa merced es el primero que establece y afirma redondamente, no solo que Cervantes supo arabizar su nombre (que es más de lo que yo dije), sino que le supo arabizar con arte, y después lo corrobora y confirma con cinco años de trato con aquella gente y palabras árabes del autor.
El señor don Juan Antonio Pellicer, etc. etc. etc. es quien juzgó lo mismo que el autor de la carta crítica, pero con tanta inconsecuencia que en la ilustre nota tiene por averiguado y probado lo mismo que en la carta juzga inaveriguable.
A renglón seguido, dice vuesa merced que me arrepiento de mi aserción, proponiendo estas palabras: «es cierto que, si así lo hizo», y añade «que esta condición debilita notablemente mi aseveración». Permita vuesa merced que le diga que no ha entendido mis palabras. Para juzgar una proposición es necesario leer lo que precede y lo que subsigue: en varios lugares de mi carta confieso que hablo por conjetura, y en este supuesto aquella condicional «si así lo hizo», equivale a esta «si es cierta mi conjetura» [10]. Y en este sentido no debilita la condición en ningún modo lo que establecí en la proposición primera, ni se puede inferir que claudico y barloventeo.
El que sí barloventea o, por mejor decir, defiende proposiciones contrarias es vuesa merced. Hemos visto ya que Cervantes (según afirma vuesa merced en la nota) arabizó su nombre. Oigamos ahora las palabras que preceden a esta afirmación: «En tomar el nombre morisco, parece quiso imitar el licenciado Pedro de Luján en su caballero de la Cruz». Este «parece» denota la incertidumbre con que vuesa merced juzgó que Cervantes imitó o «quiso imitar» a Luján. En la carta, por el contrario, asegura vuesa merced con certeza (página 10), que imitó a los autores de libros de caballerías, diciendo literalmente: «soy, pues, de sentir que cuando Miguel de Cervantes supuso o fingió que el cronista original de Don Quijote de la Mancha fue Cide Hamete Ben-Engeli no se propuso otro objeto ni alusión, sino seguir o acomodarse al estilo común de los autores de libros de caballerías».
Señor don Juan Antonio, estas proposiciones son contrarias y, sin embargo, vuesa merced las defiende en un solo supuesto. ¿No podré yo ahora con razón asegurar que anda vuesa merced vagando entre proposiciones contrarias, ciertas e inciertas?
Además, se trata de unas voces que tienen significación en el idioma árabe y vuesa merced mismo procuró indagar cuál fuese esta, y la puso en su nota. Y en la carta solo dice «que eran voces inventadas con el único objeto de conciliar autoridad a los libros como el Amadís traducido al castellano por el sabio Alquife y el caballero de la Cruz escrito por el moro Jartón de órden del soldán Zulema» [11].
Tercera contradicción en que incurrió vuesa merced cuando pudo y debió preguntar si las voces alquife, xartón, soldán y zulema tenían alguna significación que se refiriese o a la obra o al autor como lo hizo con el Ben-Engeli.
Critica vuesa merced también el que yo dijese que «se interesaba la España en la indagación del nombre que tomó Cervantes (porque mucho más creo se interesaría en que se introdujese en ella trigo de Sicilia en años de carestía)» [12]. Sí señor, repito que la España se interesa en la referida indagación, ya porque si nada interesa, ¿para qué la puso vuesa merced en sus notas? Es de creer que vuesa merced la juzgó interesante cuando la tuvo por necesaria en las notas literarias y críticas, ya porque los extranjeros que lean la obra con nuevas notas saben que la lengua arábiga ha sido vulgar en nuestra Península. Saben que en la Universidad de Salamanca hay establecida una cátedra muy antigua de este idioma y de las primeras que se establecieron en fuerza de un decreto de un concilio, sin otras que nuestros católicos monarcas han establecido después. Y se reirían de los españoles viendo la etimología del Ben-Engeli, que se halla en las notas, además de que las indagaciones literarias interesan a los sabios no solo de España, sino de todo el orbe.
Sigue vuesa merced en la página 11 con estas palabras: «Prescindiendo de la docta algarabía que embebe esta exposición etimológica, eso de que entonces (cuando escribió el Quijote) estaba sumamente pobre Cervantes, no todos se lo creerán a vuesa merced, aun sin embargo de las expresiones con que él mismo habla de su pobreza». Confirma vuesa merced esto con sus rentas, con la dote de su mujer y con las pensiones que cobraba, y concluye el párrafo de este modo: «es gravísima falta de humanidad, que por el empeño improbable de que Cervantes se ocultó bajo de la palabra arabesca Engeli, le reduzca vuesa merced y condene a la última miseria» [13]. ¡Qué es vuesa merced de memoria! ¡Y qué inconsecuente en sus opiniones! ¿Se le ha olvidado a vuesa merced ya lo que escribió en vida del autor y en el discurso preliminar?¿Habrá quien leyendo con atención uno y otro no le tenga por sumamente pobre? ¿Habrá quien me tenga por inhumano, asegurando que Cervantes fue pobre, fundado en los testimonios de su misma vida escrita por vuesa merced? Oiga sus palabras y diga luego si es falta de humanidad llamar pobre a Cervantes. Omito, por no fastidiar a los lectores, lo que vuesa merced expresa en la página 1 del discurso preliminar. Y lo que nota también en las páginas 76, 78 y 80 de su vida, y solo pondré las palabras que se hallan [en la] página 90:
No falta quien asegure que en Consuegra, cabeza del Priorato de San Juan, se conserva por tradición todavía la noticia de que el juez privativo, que entiende en la cobranza de los diezmos que se deben a la dignidad del gran prior (y que contra los deudores morosos envía ejecutores, que por lo común suelen ser vecinos honrados y pobres), envió a Miguel de Cervantes con una ejecución de estas contra los vecinos deudores de Argamasilla de Alba, lo cuales, ayudados de sus parientes, no solo consiguieron como lo acostumbraban a hacer con otros, que la justicia le negase el cumplimiento, sino que le pusiese en la cárcel [14], en donde compuso la historia de Don Quijote.
Pobre le confiesa vuesa merced en las páginas 136 y 174 y hasta su muerte fue con pobreza tanta que le compara vuesa merced a uno de los más infelices, cual fue el poeta lusitano Luis Camoens. ¿Le parece a vuesa merced regular que un sujeto de distinción, «que tenía mil ducados de patrimonio, que en los tiempos presentes podrían equivales a 30 o 40 reales» [15]. Y, además la dote de su mujer, que ascendía a 104.797 maravedíes, tomase el ejercicio de ejecutor o sacamantas, que «en los tiempos presentes» van a pie, y su salario son 12 reales, que, entonces, ¿serían 4 o 6 cuando más? ¿No hubiera tenido para costear un entierro con alguna pompa? O yo no lo entiendo, o Cervantes fue pobre según la vida que vuesa merced ha publicado. Bien pobre es en su vida y rico solo en la carta. Estas contrariedades e inconsecuencias ocasiona el prurito de criticarlo todo con ironías y bufonadas. Y queda probado que vuesa merced me ha dado fundamento para creer pobre a Cervantes, cuando escribió la historia de Don Quijote, pues la compuso en una cárcel, «donde toda incomodidad tiene su asiento» (como él mismo confiesa), y «es centro de toda incomodidad y tristeza» [16].
Con esta ocasión, no extrañe vuesa merced que reflexione sobre la nota que vuesa merced estampa en este paraje, y en que, por no desperdiciar un parrafillo del doctor Figueroa, nos explica las incomodidades de una cárcel. ¿No es por cierto digno de notarse lo que todos ven y palpan cada día, y lo que no ignoran los que saben leer y los que no conocen letra? ¿No eran suficientes las palabras de Cervantes y las de vuesa merced para hacer cargo a los lectores de lo que se pasa en la cárcel? El mismo achaque de superflua de que adolece esta nota tienen las noticias que se leen en las páginas 123 y siguientes. ¿Qué interesarán los lectores en saber quién vivía en la casa donde habitaba Cervantes? ¿Para qué son necesarias tantas declaraciones? ¿Para qué la carta de dote de su mujer? ¿Qué a cuento vienen las gallinas, el gallo, tinajas, calderos, etc.? Si quisiera apuntar las noticias y notas que sobran, como asimismo las que faltan, pasaría los límites de una carta y haría un tomo con bastante volumen.
Visto, pues, que Cervantes era pobre, pasemos a la página 12, en donde se me censura esta proposición: «no falta quien diga que consiguió una bandera en la milicia». Sin más que leerla, se ve claramente que hablo en sentir de otros. Y no es extraño que yo lo haga, cuando lo hizo el señor Mayans en la vida que escribió de Cervantes, que es un código español, y no africano, escrito con letras de molde castellanas y no cúficas [17], en que refiere que algunos defienden este parecer creyendo que Cervantes fue aquel militar de que habla la novela del cautivo.
Es cierto que el señor Mayans reprueba esta opinión, pero, ¿yo la he aprobado? ¿He dado la menor prueba de creer semejante rondalla, como vuesa merced le llama? ¿Ensalzo ni condecoro yo a Cervantes, refiriendo lo que otros han dicho? ¿Ni mucho menos se deduce que yo le he despachado la patente de alférez? Esto si que es leer sin meditación. Si vuesa merced hubiera leído mi carta sin pasión y sin deseo de criticarlo todo, hubiera visto que mi proposición es verdadera y que no apruebo este parecer, antes bien, interpretando la voz Cide, la doy la significación de «el noble». Y así ni entonces ni ahora me arrepiento de haber sentado aquella proposición.
Mas, aun supuesto que aprobase aquel parecer, en la vida nueva de Cervantes tenía bastante fundamento para ello porque en la página 61 le cuenta vuesa merced entre los gratificados por don Juan de Austria [18].
Más adelante dice «que causa risa suponer que por sus hazañas se aplicó a sí mismo el renombre de Cide» [19]. Y mucho más le ha hecho a vuesa merced reír la comparación que hice de nuestro autor con Rui Díaz, por no haberse hallado aquel más que en una batalla. Esta razón, además de ser falsa, es contraria a la vida nuevamente aumentada por vuesa merced. De ella consta que el año de 1571 por octubre se dio la batalla de Lepanto. Siguió la milicia Cervantes hasta el de 1575, en que fue hecho cautivo. En el de 1572 corrió las costas de la Morea con la armada [20]. Supongamos que en los cuatro años no se halló en batalla alguna, ¿se podrá creer que en el siglo XVI se sujetaron sin ella los españoles a la cautividad? ¿Y a quién se podrá persuadir que en cuatro años parte de ellos por mar y en las costas de los turcos no hubo una escaramuza? En fin, nos constan dos batallas, una en Lepanto y otra al hacerle cautivo. Y, sin embargo, asegura vuesa merced en su carta que se halló en una sola batalla. Si no usé de las expresiones que en la página 13 apunta vuesa merced fue por parecerme inútiles en un asunto que nada tiene de poético y menos de «enamoradizo» [21].
Tampoco juzgué ofender la modestia de Cervantes. Ya porque vuesa merced no la ofendería en su nota, donde asegura que «el Cide quiere decir señor», ya porque Cide en el sentido en que yo le interpreté es conforme a lo que vuesa merced dice de Cervantes y a lo que él mismo asegura de sí. Y si no usó del «Don» fue porque en su tiempo no se daba sino a ciertas y determinadas personas. Y porque él mismo critica el abuso de esta voz y lo afirma vuesa merced así en la nota segunda al título de la obra.
Sobre la voz Hamete hablaré en la respuesta a la postdata. Entretanto, repito que expresa la clase de historia que compuso Cervantes. Sin que tenga por esto remordimientos de conciencia que puedan acusarme ante el tribunal de Dios cuando no he cometido pecado alguno ni tema la cuenta de los hombres que no me espantan ni atemorizan aunque sean gigantes.
Da principio el último párrafo con estas palabras: «No quisiera ser reprehendido porque introduzco mi hoz en mies ajena». A la verdad que no podemos saber cuál sea la mies de vuesa merced, aunque sí comprehendemos que en la arábifa con ninguna hoz puede segar. Pero «haciéndome cargo (prosigue vuesa merced) que la defensa de la verdad debe ser antepuesta a todo respeto humano, me determino a no omitir la ocasión de vindicar al autor de la postdata futura del testimonio que vuesa merced levanta». Y, ¿cuál es el testimonio? Haber dicho «que cervanteño no tiene conexión con cerval, que don Josef Conde tiene a estos por adjetivos sinónimos, que aquella voz no se halla en los diccionarios, de que se puede inferir la inventó, etc.» [22].
Por lo que hace a la primera proposición me afirmo y ratifico en ella. Porque cerval es un adjetivo denominativo o derivado de ciervo, y cervanteño lo más que podemos decir, haciéndole favor, que es nombre gentílico, que significaba «el que es natural de Cervantes», y nunca podrá significar cosa que toque o pertenezca a ciervo, como quiere don Josef Conde en la nota y vuesa merced en la carta.
También me afirmo y ratifico en la segunda sin necesidad de más prueba que las palabras de la nota, «hijo del ciervo o cerval o cervanteño», y las de vuesa merced en su carta «que con razón se supusieron en la nota estos adjetivos como sinónimos» [23].
Y a la tercera repito que la voz cervanteño no se haya en los diccionarios, como vuesa merced mismo lo asegura cuando dice «para todo hay remedio menos para la muerte, y que no hay que desconsolarse, si no se halla en los diccionarios, pues basta que se halle en otros libros» [24].
No debe vuesa merced ignorar que para introducir en un idioma alguna voz, es necesario que concurran las circunstancias que siguió y explicó el padre Terrenos en el prólogo a su diccionario, página 15, a saber, que las voces que se han de introducir se hallen apoyadas con algún autor o diccionario admitido en el público con honor, que de las artes y oficios sean usuales y vivas y, que habiendo objeto, que no se puede ni debe omitir, no tenga la nación más nombre que el extranjero (o nuevo en el idioma) para expresarle. Cotéjese ahora la voz cervanteño con estas condiciones y verá «si para todo hay remedio». No se halla en los diccionarios admitidos del público con honor. La obra en que se halla es un manuscrito sin autoridad del público. Y el real padre Sarmiento, aunque digno de la mayor alabanza por su vastísima erudición, en las obras publicadas no ha dado pruebas de ser maestro de la lengua castellana, con que su manuscrito no puede servir de autoridad. No es voz de arte u oficio usual y viva, ni la necesita nuestro idioma para expresar su objeto, teniendo otra más pura y castellana en la de cerval.
Añádese que «el país de los Cervantes está en Galicia en el obispado de Lugo». No sé qué mayor razón haya para decir que el padre o abuelo de Cervantes vino a Alcalá del Cervantes de Lugo, que del Cervantes de Valladolid. También se dice que «se llaman cervanteños por lo ágiles y robustos» [25]. El ciervo nunca ha sido robusto y hasta que vuesa merced ha impreso la nueva vida de Cervantes hemos creído que los gallegos son por naturaleza pesados.
Vea vuesa merced, señor don Juan Antonio, como la voz cervanteño (que no es un adjetivo, que como cerval significa cosa perteneciente a ciervo) no se ha usado jamás en España, a no ser que en un manuscrito sin autoridad y que ha estado oculto hasta que vuesa merced nos ha dado noticia de él en sus notas literarias y eruditas se comprehenda en toda España. Vea vuesa merced como cervanteño no tiene conexión con cerval. Vea vuesa merced con qué poca razón y menos crítica se supusieron en la nota estos adjetivos como sinónimos. Vea vuesa merced cómo para el caso presente hace falta la autoridad de diccionarios o autores clásicos. Vea vuesa merced cómo no ha sido falso testimonio haber sospechado que la inventó don Josef Conde para salir del apuro de dar la etimología de Cervantes porque ha sido el primero que ha dado al público una voz en la significación que no tiene. Y vea vuesa merced cómo he podido levantarme y salir del atolladero de una zolochería en que me he metido sin que le alcance el perdón que pide por la voz zolochería en cuanto al castellano, que en cuanto a su significación hipercrítica se la perdono [26]. Últimamente, puedo y debo inferir que vuesa merced por criticarlo todo ha incurrido en muchas contradicciones e inconsecuencias, y manifestado la poca crítica que tiene. Pero crítico o no crítco, mande cuanto guste a este su seguro servidor y capellán.
Juan Francisco Pérez Cagigas.
SEÑOR DON JOSEF CONDE
Muy Señor mío:
Nunca creí que mi carta crítica pudiera «haberle confeccionado tanta amargura» con sus sencillas expresiones, «que le hayan puesto en la dura necesidad de fastidiar a los lectores con impertinentes apuntaciones arabesco-persianas» [27]. Por el contrario, creo me debía vuesa merced estar muy agradecido por haberle proporcionado tan buena ocasión de sacar a relucir su inmensa erudición pánglota, pansofa, con los demás epítetos que empiezan con pan, como pandorga, panarra y pandura. ¿Qué mejor medio para que hasta los Lixas y Calones sepan que vuesa merced es una torre de Babel ambulante, que el haberle dado tan justo motivo de escribir su postdata políglota? Porque aunque es verdad que vuesa merced ha hecho sudar las prensas con obras que le acreditan de Calepino polígloto [28]. Pero es la desgracia que nadie las lee y se pueden considerar como inéditas. ¡Siglo tres y cuatro veces bárbaro! No se me enoje vuesa merced por Dios, señor polígloto, ca mi intención es contribuir a su lucimiento. Dígnese descender por un momento de la altura cumbre a que se ha elevado con su poliglotería. Compadézcase de mi insipiencia en el árabe y oiga con un poco de impaciencia algunas objeciones contra su postdata políglota.
Al leer postdata políglota, que en la portada se sigue inmediatamente a Carta en castellano. ¿Quién duda que los lectores habrán juzgado hallar divinidades de erudición? ¿Y mucho más con el sonsonete que dejan en el oído aquellos dos versos, uno de seis y otro de ocho sílabas? Lástima es que no haya vuesa merced versificado toda la portada. ¿Y a qué se reduce la postdata políglota, que, si no me engaño, significa postdata en muchas y diversas lenguas? A una voz hebrea, a otra siriocaldea, a otras persianas, a un texto griego, a algunas palabras sueltas de este idioma, a un poco de árabe, y lo demás castellano. A esto está reducida la postdata políglota a que quiero responder, sin embargo de lo poco que sé del idioma árabe, como afirma vuesa merced, página 24.
Lo primero que se presenta con estas palabras. Preguntado por el erudito anotador de la obra del Cervantes sobre la significación del «Ben-Engeli, dudé un instante y le propuse la leve conjetura que insertó en sus notas y que tan mal ha parecido a vuesa merced, señor anónimo» [29]. Leído este párrafo llegué a pensar si acaso tendría vuesa merced parte en la edición de la obra, pues me hallé con una nota, digna por cierto de una postdata políglota. Pasé a leerla, creyendo sería alguna apuntación arabesco-persiana sobre el nombre de Cervantes, en que está la llamada, y me encontré nada menos que con una nueva publicación de la historia de Don Quijote del señor Pellicer. Mucho perecea el despacho de la obra cuando urge la necesidad de publicarla en las notas de una postdata políglota.
Mas, ¿cómo podía agradar a los lectores inteligentes la interpretación del Ben-Engeli, deducida sin consulta de gramáticas, diccionarios y buenos autores árabes? Sin la confesión que hace vuesa merced ahora se manifestaba con bastante claridad que la interpretación se hizo con ligereza, dudando poco y meditando menos. La producción de un instante de duda no podía ser más que una conjetura muy leve. Y, sin embargo, en la nota la elevó vuesa merced a un juicio definitivo, determinando así: «Ben-Engeli quiere, pues, decir “hijo del ciervo, o cerval, o cervanteño”» [30].
Llámame vuesa merced «anónimo», y no sé como ignora un jurista que impresa mi carta con las licencias necesarias no podía ser autor anónimo. ¿Se le ha olvidado por casualidad una ley del reino que prohíbe se dé licencia para imprimir esta casta de escritos? ¿Lo que saben los impresores y libreros ignora vuesa merced? Bien pudo ver cuatro letras mayúsculas en la portada, que no pueden equivocarse con las de los nombres de aquellos pocos que en el día tienen en Madrid algún conocimiento del árabe. Además de que yo sé que vuesa merced está cierto de ser las iniciales de mis nombres y apellidos, y se colige de las expresiones que se hallan en la página 23.
Añade vuesa merced que «es cosa sabida en el uso de los escritores árabes, que el ciervo se llama ayyil [en árabe, y] ayyal en hebreo... pues no tiene otro nombre en todos los dialectos de la antiquísima lengua de Moisés» [31]. Esto no lo he negado, pero antes de dar una satisfacción completa en este particular, se hace preciso advertir que la voz ayyal escrita sin vocales tiene muchas acepciones. Si leemos eyal, significa «la fortaleza», si el «la llanura». Si ayil, «el carnero, el poste, el dintel», si ayal «el ciervo». Y, por esta variedad de significaciones, debió vuesa merced mocionarle, para que no se equivocara el lector juzgando que significaba otra cosa.
Que el ciervo no tiene otro nombre que los asignados por vuesa merced, es falso. Porque en el idioma arábigo (que es dialecto de la antiquísima lengua de Moisés) tiene los de iğl, arḫ, ğawḏar, y ġazāl [32].
«El yod hebreo (sige vuesa merced) y el ye árabe y nuestra jota son caracteres equivalentes» [33], y en esto da una prueba de lo poco que ha leído las gramáticas. No hallará una sola hebrea ni árabe que dé por equivalente al yod y ye, más que una i latina o griega. Y si pronunciamos con aspereza los nombres de Joseph, Jacob, no es porque el ye sea equivalente de la jota, y sí porque aquella se ha convertido en esta en principio de dicción, de que se infiere que no debió vuesa merced escribir el ayyal con g [34], por tener esta letra un sonido áspero antes de è y de ì, y mucho menos con jota por la misma razón.
«Que las letras texdidatas o duplicadas se alteran en términos, que la primera se hace n y la segunda conserva la fuerza de las dos», también es falso. Porque de dos letras se pronunciarían tres, y esto es contrario a las reglas gramáticales. El ejemplo que pone vuesa merced de Kambitan (debió escribirse con m, y no con n por una regla de gramática; el nūn antes de bā´ se pronuncia como m [35]) nada prueba en el asunto, porque es voz extranjera (como vuesa merced confiesa, página 18), y estas las pronuncian los árabes como las oyen, sin más que mudar las letras. Y así no hacen regla en el idioma. Por el contrario, los gramáticos ponen varias excepciones a causa de los nombres extranjeros. Es regular que las voces Amba, Sambat y Anza sean también extranjeras, y siguen el mismo camino.
En las voces árabes nunca se convierte la letra del texdid en otra, permaneciendo siempre la misma en la pronunciación que en la escritura, como se observa en las voces que han pasado a nuestro idioma en que se ha conservado la pronunciación árabe del texdid, sin admitir la n que vuesa merced pretende, por ejemplo, an-naʿūr, añoría o anoría; ar-rabaḍ, arrabal; ar-raṣīf, arrecife. De que podemos inferir que la pronunciación de Norandino, Mohendino y otros, que tal vez la tendrán del mismo modo es una corrupción imitable de que se libraron Ǧallāl ad-dīn, Ṣalāḥ ad-dīn, los referidos antes y otros muchos que pudiera citar. Y esta pronunciación corrompida no autoriza la conversión que hace vuesa merced de un yāʾ con texdid en dos letras diferentes cuales son la n y la g, y esto en medio de dicción y mudando la segunda radical yāʾ en g o jota, de que no hay ejemplo alguno.
«Es vergonzoso (prosige la postdata) que vuesa merced diga que muchos lexicógrafos no traducen ayyal por ciervo, sino por ġazāl, gacela, falso testimonio tan absurdo que me avergüenzo de la precisión de manifestarla». Para ello trae vuesa merced las autoridades de «Aben Sina, Ben Beitar y Demir», asegurando (página 19) «que estos tres son los únicos naturalistas del idioma árabe» [36]. En primer lugar, es falsa la primera proposición, pues solo dije que no todos los diccionarios dan al ayyal la significación de ciervo. Y hay grande diferencia entre no todos, y muchos.
Por lo demás, habiendo citado al Gólio, que (columna 201) le da en segundo lugar la de caper montanus con la autoridad del autor del Kantus, de Maruph y Demir, y al Gigeo, que (tomo I, columna 180) le da las de hircus montanus, capreolus, como primarias, autores de diccionarios recibidos con mucho honor en el público, no tenía más que hacer que cotejar las citas, y no pasaría el rubor de que se le avise para otra vez, que medite y reflexione lo que quiere escribir, antes de sentar la pluma, registre las citas que pretende impugnar. Y cuando no estén conformes, entonces viene bien la manifestación de la infidelidad o falsedad del que las puso. Pero se ha de hacer con los mismos autores citados, y no con otros.
Las recetas de Sina y Beitar para ninguna otra cosa aprovechan más que para guardarlas, y cuando se vea vuesa merced asaltado de alguna de las enfermedades que con ellas se curan, puede aplicar los polvos de hasta de ciervo, «y será muy útil sin duda», porque debe padecer de continuo fluxión de ojos [37], cuando no ha visto la disonancia de los dos verbos primeros de la del Beitar, el uno en primera persona del Maddi o pretérito ǧarabtu, experimenté, y el otro en tercera fa-waǧada, y halló, que se ha traducido y hallé, debiéndose escribir fa-waǧadtu, y si no, está mal hecha la traducción y peor extendido el texto.
Para que sepa vuesa merced que Sina, Beitar y Demir no son los únicos naturalistas del idioma árabe, quiero citar algunos de los que don Miguel Casiri contó en su Bibliotheca Escurialense, tomo I, página 318 y siguientes, que podía haber leído antes de haber sentado una proposición tan exclusiva. Uno es Abū ʿUṯmān ʿAmr Baḥr al-Ǧaḥiẓ, que escribió un libro que tituló al-Moḫtār min Kitāb al-ḥayawān (Lo selecto del libro del animal); otro Aly Ben Mohamed Aby l-fath Ben Alderaithem el Musaly, que escribió otro, cuyo título es Kitāb manāfiʿ al-ḥayawan (Libro de las utilidades del animal); otro Isa Ben Aly Hasan el Asedy, cuyo título se ignora y su principio es iʿlam waffaqa-ka Allāh, y su fin wa-bayna al-ašǧār. Otros tres autores conocidos y dos anónimos. Sin contar entre ellos al Beitar, y sí entre los médicos.
Probado ya que el ayyal tiene la significación de capreolus, cabra montés y gacela, voy a manifestar que ġazāl tiene la de ciervo, que vuesa merced dice no confunden los árabes con las autoridades de Isa, un poeta desconocido, y la referencia de Ismail. Los traductores de la Biblia, salmo 103 vertieron el ayyal hebreo por ġazāl. El señor Casiri traduce esta voz (tomo I, página 319) por ciervo. El padre Atanasio Kircher (página 164) a ciervo le da la correspondencia de ġazāl. Y lo mismo se halla en el Gigeo, Gólio y Raphelengio. Estos no habrán sido engañados por el Escoliasta del Lokman, que es nada menos que Tomás Erpenio [38]. Pero, ¿qué nos cansamos? Aún el mismo Lokman tiene estas voces por equivalentes en la fábula segunda, diciendo «ayyal yaʿnī ġazāl» («un ciervo, que es a lo que llaman ġazāl»). Y así guarde vuesa merced el zibl al-ġazāl [39] para perfumarse, ínterin yo me entretengo con el viaje de Ben Ayub.
Cazaba no el Soltan, sino sāṭān (a poco más Satanás) «gacelas con sacres (buitres)» [40]. Señor Polígloto, ¿dónde ha visto cazar con buitres? Sin duda en la Siria serán más ligeros que en España, cuando son útiles para la cetrería. Mas, ¿quién le ha dicho a vuesa merced que los sacres son buitres? La voz sacre es castellana y quiere decir una especie de halcón de que hay tres clases, con que se cazan liebres, ciervas, gamos y corzos. Esto lo ha podido vuesa merced ver sin necesidad de cansarse la cabeza en un diccionario tan común e inteligible como lo es el Castellano del padre Terreros, tomo III, voz sacre. Con que debió vuesa merced poner sacres (especie de halcones) y no buitres, que jamás han servido para la caza, a causa de ser indómitos y pesados por naturaleza.
Más. En la traducción se echan menos las voces fī rawwāḥ wa-l-ʿawd, sin que se descubra causa para omitirlas. Y a mi parecer hubiera sido mejor y más conforme al original si se hubiera traducido de este modo: «El sultán en el largo camino por la tarde y en la llanura cazaba gacelas con sacres (especie de halcones)», y sepa vuesa merced que la gacela es una cabra montés y animal cuadrúpedo, y no un avechucho, ave, o cosa despreciable, como supone vuesa merced, página 22, y que los ciervos se pueden cazar con sacres, sin embargo de que «sean presa de algún bravo león».
No sé por qué no se ha traducido el verso del poeta, cuando los lectores, que no entienden el árabe, son a mi parecer acreedores a que se les haga comprender en algún idioma lo que en otro les es imperceptible, mucho más siendo sumamente fácil, como se ve:
La caza de los reyes, liebres, gacelas, ciervos.
Y mi caza los reyes, las ciudades y estados.
Pero vuesa merced hace muy bien en dejar en su original estos y otros textos. Por ejemplo, dos versos turcos con que concluye cierta obra de vuesa merced que en paz descansa. Que estudien, pasea mi hidalgo, que estudien los lectores tantas lenguas como vuesa merced y si no que se dejen de leer sus obras. Y como lo primero es tan difícil, cate vuesa merced que hacen puntualmente esto último.
También está equivocado, y no traducido el ḥusay al-ayyal, porque para significar los testículos del ciervo, como vuesa merced pretende, debía decir ḥṣy, y no ḫṣy.
Sobre las apuntaciones que se hallan, página 23, repito que no le conozco y es la pura verdad. Sin duda me tiene vuesa merced por otro, o cree que todos tenemos obligación precisa de conocerle por su incomparable mérito, que vuesa merced solo es capaz de comprender. O cree vuesa merced que, para que yo pudiese decir con verdad que le conocía, basta haberle visto alguna vez de paso. Amigo, para conocer a un hombre como vuesa merced, para penetrar su inmenso fondo, era menester que yo hubiese tenido el alto honor de tratarle muy despacio, y esto no me lo ha permitido hasta ahora mi pusilanimidad, arredrada de la consideración de un gigante polígloto tan descomunal.
Acerca de las razones particulares o «vanas observaciones» con que toman los árabes sus nombres, dice vuesa merced que, «sin venir a cuento desembucha unas noticias tan vulgares y mal digeridas que solo son dignas del moro arriero con quien comunicó, es, a saber, aquel que vendía dátiles». ¿Con qué, cuando se inquiete la etimología de un nombre morisco, no vienen a cuento las razones con que acostumbran a tomar ellos los suyos? ¿Con qué no vendrán al caso las indicaciones del Osan Hamazalot, que vuesa merced pone, y con que confirma lo que escribí en mi carta? La distinción, que habrá, se reducirá a que «la ocasión oportuna de decir algo sobre los caracteres de los planetas» [41] estaba reservada para la postdata políglota, en que era necesario insertar voces pesianas y griegas.
Ciertamente ha manifestado vuesa merced que sabe cuanto hay que saber sobre el asunto en los dos idiomas. Porque, significando los nombres persianos, lo que se explica por el castellano, que sigue a cada uno, no lo significa el nombre griego, que asimismo sigue al castellano. Kiwan es el planeta Saturno, y némesis, la indignación, el furor. Berchis, Júpiter y niké, la victoria. Y, según están en la postdata, cualquiera juzgará que némesis es Saturno, y niké, Júpiter. ¿Por qué, poniendo la significación del nombre persiano, no se haría lo mismo con el griego? Quia sit placuit authori. Mejor se hubiera explicado la rueda de los planetas de este modo. A Kiwan, Saturno, corresponde o se le atribuye el furor. A Berchis, Júpiter, la victoria. A Behram, Marte, el atrevimiento, etc.
Todo esto, y las últimas palabras del párrafo, «en estas vanas observancias fundaban los ciegos orientales sus predicciones genetliacas, y de ellas tomaban ocasión para poner sus nombres», son una confirmación de lo que yo escribí, y, sin embargo, «son noticias dignas del moro arriero», que acaso sabría «libros enteros y poemas árabes, griegos y persianos, que tratan de observaciones astronómico-genetliacas» [42].
El moro a quien ultraja vuesa merced con su maledicencia no era arriero. Y dado caso que lo fuera, cada uno puede comerciar en aquello que le da de comer, sea en dátiles, cebollas, paños, jergas o alforjas. Y esto no impide que sepa su idioma con perfección y se halle capaz de enseñarle a otros. Y aquí tiene el lecto una leccioncita de urbanidad, dada de paso por nuestro sabio pangloto. Es mucho el chiste que hay en estas alusiones a personalidades y en estos episodios honoríficos. Se conoce que vuesa merced quiere restablecer la urbanísima costumbre de criticar de los Scaligeros, Sciopios y otros gramáticos que se regalaban mutuamente con los dulces epítetos de asinus, plumbeus, stipites, etc.
«Se engaña el susodicho señor (prosigue vuesa merced) en decir que cide es «ser príncipe, cabeza y gobernar». Su radical indica que no significa sino “ser señor”» [43]. Gracias a Dios que acierta vuesa merced en algo, porque lo habrá visto en algún libro arabesco-persiano, cuando lo afirma con tanta certidumbre. Pero lo malo es que la radical en todos los diccionarios árabes da prueba de que no los ha leído, Golio: sāda, dominus, princeps, caput suae tribus fuit, eique praefuit, dominium habuit; sayyid, seid, o seid, dominus princeps, cum principatu jam fungi alliquem innuere volunt. Wilmer dominus, princeps, caput suae tribus fuit, eique praefuit. El nombre de acción siyāda, dominium. Y en esto están conformes todos los diccionarios. Y en estas significaciones le han usado los maronistas traductores de la Biblia y el Timur. Si no me engaño estas oraciones se traducen por fue señor, príncipe, cabeza de su tribu, la gobernó, y tuvo el dominio de ella. De todo lo cual se deduce no solo la ligereza con que vuesa merced escribió la postdata, sino que ha padecido el engaño de decir que sāda no es ser príncipe, cabeza, ni gobernar. Aún no hemos acabado.
«El origen extraño (páginas 24 y 25) que da al conocido nombre de Hamete prueba de lo poco que sabe de este idioma en que se manifiesta tan curioso. Si, como dice Hamete, fuese de hāmitu-hu, no se lee hamit, sino hemit, pues fatha con hāʾ es è, y con ḥāʾ es à». En estas palabras además de añadir una letra, como es el he al hāmit sin necesidad, y que varía su lección, manifiesta vuesa merced lo poco que sabe de gramática, cuyas reglas voy a poner para que se hagan cargo los lectores de la ninguna razón que le asiste.
El padre Metoscita (Instituciones de la lengua arábiga, página 13) Fatha usurpari solet pro à, cum est super sex gutturales. Gottlob (Compendio de la gramática arábiga, página 4) Fatha á clarum somat super initiali radicali. El padre Agapito a valle Flemmarum (Flores gramaticales, en los rudimentos del idioma vulgar, página 223 y 224) Ait enim (Dominicus Germanus) certum, & manifestum fore litterae graves (entre ellas cuenta al he) magis declinare ad fatham, à, minus vero ad Kesram è. Todos los gramáticos convienen en que, siguiéndose al fatha un aleph, se pronuncia como à sobre cualquiera letra que se halle. Con que fatha con hāʾ es à, y no è.
«Yo aseguro que no ha habido ni hay árabe que así se haya llamado». No le ha podido vuesa merced hallar en Ibrahim, ni en el Constantini, «siendo un hombre tan conocido y vulgar que le saben los que venden pasas y pan de higos» (página 17). Me hago cargo de que para vuesa merced no es conocido de la raíz *hmt, sino de *ḥmd, de suerte que según la correspondencia árabe que se halla en la misma página 17, a saber, «sayyid Ḥamīd b. al-ayyal», se interpretará en castellano el señor Hamid Cervanteño, y dando significación al Hamid, pues la tiene, será el «señor digno de alabanza hijo del ciervo, o cerval, o cervanteño». ¿No está muy sabia la etimología? Vamos claros, si buscamos las etimologías, discurriendo sin crítica a nuestro arbitrio, daremos ciertamente que reír a los lectores, como lo ha hecho vuesa merced con la suya, que pudiera servir de ejemplo mucho mejor que el ḥāmid y el hāmma.
En las páginas 25 y 26 enmienda vuesa merced la lección de naḫala y ḫalla, que, dice, «se deben leer nechala y challa», que, pronunciado a la española, tendrá el sonido de la voz muchacho, causando una mudanza esencial en una de las radicales, como la de convertir el ḫ en ǧ. Cuando se pone la correspondencia de las voces árabes, debemos arreglarla al idioma del país en que se escribe, y no al del extranjero. Vio vuesa merced en las gramáticas de autores alemanes que al ḫ le dan por equivalente ch, sin advertir que esta correspondencia es alemana y no general, porque aquellas letras que en medio y fin de dicción tienen para los alemanes el sonido áspero de nuestra g antes de è y de ì. En principio le tienen de k, y la raíz ḫalla se debería pronunciar kalla, que es un disparate, mucho mayor teniendo en castellano la j, que para nosotros es la propia equivalente del ḫ, como puede ver cualquiera en la gramática española-arábiga del padre Cañes.
El verbo naḫala significa «cribar o limpiar, escoger lo mejor», y el participio nāḫil, «el que criba o limpia, el que escoge lo mejor», y no «el roedor de lo más escogido», y mucho menos «una especie de langosta que roe lo mejor de las plantas» [44]. En ningún diccionario se halla con estas significaciones, ni la raíz con la de roer. Las voces ṣadr o qalb no son absolutamente necesarias para que nāḫil signifique el ingenuo, y solo se añaden para dar fuerza al nombre y expresar con él la ingenuidad interior del ánimo. Del mismo modo que en latín se dice sincêrus corde, sin que la voz corde sea necesaria, para que sincêrus denote al sencillo.
«El caudal de su erudición (añade vuesa merced) está todo en el diccionario». Dígame con ingenuidad, ¿dónde se aprenden las voces y su uso si no es en los diccionarios? Por lo mismo ha manifestado vuesa merced en su postdata políglota que no ha leído diccionarios, ni gramáticas, y sin estos auxilios no se pueden saber con propiedad los idiomas. ḫalla, «con que tropecé miserablemente, significando un ciento de cosas diferentes», a mi arbitrio tiene la significación de pobre (página 26). Aunque la mayor parte de los verbos árabes y hebreos tienen varias significaciones, no son tan diferentes que no se puedan deducir de la primitiva, como sucede con ḫalla. Su primera significación es «se disminuyó, se extenuó la carne». El pobre está disminuido y extenuado de bienes. Con que de la primera significación se deduce la segunda «fue pobre, tuvo necesidad», y el nombre ḫall (nunca he dicho que sea participio) «el pobre, el necesitado», con que no fue arbitraria la elección que hice de este nombre, que con el ben, quiere decir «hombre pobre», y bien podía vuesa merced saber que el ben tiene tantas significaciones como nombres se le juntan, y, entre ellas, la de «hombre», que también es muy común en hebreo.
No pudo Cervantes usar de los nombres faqīr, ni miskīn. Porque el primero significa «el que tiene lo necesario para pasar la vida», y el segundo «el que nada absolutamente posee». Cervantes, ni tenía lo necesario para pasar la vida como he manifestado en mi anterior respuesta, ni era tan pobre que tuviese necesidad de pedir limosna. Tampoco pudo usar del ḥaqīr (en este sobra un aleph, y también en el faqīr), porque significa «el vil, despreciable, de baja esfera», y Cervantes nada de esto tenía.
La nota, que se halla [en la] página 26, «para el inteligente no hay pobreza», no viene al caso porque se debe entender esta de la pobreza de espíritu, y mi carta habla de la pobreza de bienes temporales.
En el penúltimo párrafo dice vuesa merced: «también me acusa, porque omitió el artículo de Eggeli, y no dice Ben-el-Engeli». Da por razón «son tantos los nombres en que se omite, que no me pareció necesario», y concluye poniendo varios ejemplos, sin advertir la diferencia que hay entre los nombres propios y apelativos [45]. Si hubiera vuesa merced estudiado las gramáticas, sabría que el nombre propio es incapaz de recibir el artículo por estar ya determinado por su significación, lo que no sucede al apelativo, que necesita del artículo para su determinación, como lo demuestra el nombre que cité en mi carta (página 7) Mohammed Ben Abdu-l-kerim, en que Kerim tiene artículo como adjetivo indeterminado, y Mohammed no le tiene por ser nombre propio. Por esta razón, no debió vuesa merced seguir el ejemplo de los nombres Ben Abdalla, Ben Yusuph, etc, porque todos son nombres propios.
Últimamente, para ridiculizar mi carta, pone vuesa merced las palabras con que finalizaba, omitiendo con notoria infidelidad la razón porque afirmé que se interesaba la España en la indagación de las voces Cide Hamete Ben-Engeli, reducida a estos términos: «porque es ridículo el ignorar la significación de unas voces que han sido vulgares en nuestra Península» [46], razón en sí verdadera y que expuse ya en la respuesta al señor Pellicer.
«Y como si hubiera mejorado (concluye vuesa merced) la agricultura, la navegación o el comercio, se firma el Patricio» [47]. Cierto es que no he mejorado las artes, pero he conseguido mejorar la etimología del nombre, que en la historia del Quijote tomó Cervantes. Y esto junto con ser hijo de España, donde he escrito, es suficiente para poderme firmar el Patricio, que quiere decir el hijo de la patria.
Con esto queda satisfecho y bien probado que un maestro de lenguas orientales y sujeto capaz de escribir postdatas políglotas, ignorando las reglas gramaticales del árabe, pretende enseñar este idioma, enmendando y corrigiendo los diccionarios. ¿Risum teneatis, amici [48]? Y, pues nadie puede concertar a vuesa merced sus medidas, agur hasta otra ocasión, que, Dios mediante, no tardará.
De vuesa merced siempre su seguro servidor y capellán
Juan Francisco Pérez Cagigas
- La prolija nota a la que remite Pérez Cagigas dice así: «Sin embargo del artificio con que inventa aquí Cervantes que el autor de la Historia de Don Quijote es Cide Hamete Ben Engeli, de cuyo original árabe la tradujo en nuestra lengua otro moro aljamiado, apenas se hallará quien no entienda que el único autor, así del original como de la traducción, es el mismo Miguel de Cervantes, que parece quiso imitar en esto al licenciado Pedro de Luján en su Caballero de la Cruz, que como ya se dijo finge que el moro Jartón escribió los hechos de aquel caballero cristiano, y que un cautivo de Túnez los tradujo en castellano. Pero lo que merece particular atención es el arte con que Cervantes supo arabizar su nombre, ocultándole en el de Cide Hamete Ben Engeli, no tanto en el Cide, que quiere decir señor, ni en el Hamete, que es nombre común entre los moros, sino en el Ben Engeli. Pues, aunque dice que no sabía leer los caracteres arábigos se deja bien entender que en cinco años de cautiverio y trato con los argelinos aprendió muchas palabras de su algarabía, como se manifiesta de las que suele sembrar en el contexto de esta historia y en el de otras obras suyas. Ben Engeli quiere, pues, decir hijo del ciervo, o cerval, o cervanteño. Todo con alusión al apellido de Cervantes. En la pronunciación se desfigura algún tanto esta voz, que debería escribirse Ben Iggeli. Atendido su origen Iggel, o Ejjel significa el ciervo; Iggeli, cosa de ciervo, cerval o cervanteño. Así como de gebal, que significa monte, el montesino o el montaraz. Este descubrimiento y esta erudición se deben a don Josef Conde, individuo de la Real Biblioteca, y sujeto de conocida pericia en las lenguas orientales» (I, 260-261).
- Véase Pellicer, Juan Antonio y Conde, José Antonio, «Carta en castellano con postdata políglota», Madrid: Imprenta de Sancha, 1800, pp. 3-4. La cita de Cagigas no es del todo exacta. En el original se lee: «fin por cierto loable, fin alto y deseado, y fin tan oculto y misterioso, que, si no fuese por este novísimo y felicísimo descubrimiento, nadie tendría noticia del verdadero autor desta famosa historia, sino todos aquellos que la han leído y leen, y otros muchos que ni la han leído ni leen».
- Ibídem, p.5.
- Cagigas reproduce las palabras del propio Pellicer, quien, en su respuesta comparaba el segundo epígrafe de su «Discurso preliminar» con una botica «donde hay provisión de recetas para curar dolencias de entendimientos descontentadizos», quienes, «aplicándoselas con fe y confianza [...] lograrán pronta y sólida curación» (ibídem, p. 6). Y, ciertamente, en el segundo apartado de su Discurso, Pellicer defendía la necesidad de una edición anotada del Quijote y ofrece un somero inventario del tipo de notas que podrán encontrarse en el volumen: «Fijado el texto de la Historia de Don Quijote, eran necesarias algunas notas para su mayor inteligencia. Son con efecto las que ilustran esta edición muchas y de diversas clases. Unas son históricas, otras literarias, otras morales, y otras tal vez gramaticales y críticas» (Pellicer, 1797, p. 9).
- Véase Pellicer y Conde, 1800, p. 7.
- Ibídem.
- Ibídem, p. 9.
- Ibídem, p. 10.
- Ibídem, pp.9-10.
- Ibídem, p. 10.
- Ibídem.
- Ibid. p. 11.
- (Nota del autor) De esta tradición dice vuesa merced que deponía el señor cura de Totanes don Manuel Rodado. Como todas las noticias sean tan ciertas como esta, no podrán menos de darle a vuesa merced un crédito grande, porque el señor cura de Totanes se llamaba don Antonio Rodado y Galindo.
- Véase el «Discurso preliminar» de Pellicer, 1797, p. 80.
- Ibídem, p. 92.
- La cúfica es la caligrafía árabe más antigua. Nacida en Kufa, con ella se escribieron los primeros ejemplares del Corán. De carácter decorativo, se trata de uno de los elementos más destacados de las manifestaciones arqueológicas de Al-Ándalus.
- «Hallose, en efecto, con ellos en la batalla del golfo de Lepanto. Esto es, es la más alta ocasión, como él dice, que vieron los siglos pasados, ni esperan ver los venideros, y en donde recibió una herida, de la cual quedó manco. Tenía entonces veinticuatro años. El día siguiente a esta victoria, que fiue el 8 de octubre del mismo año, visitó don Juan de Austria a los soldados encareciendo su valor y a la mayor parte de los heridos socorrió con dinero propio, además de veinte y cinco mil escudos, que de ayudas de costa mandó repartir entre los que se habían señalado más, sin los muchos grados que dio según la calidad y meritos de cada uno. Es verosímil que alguna gratificación alcanzase a Cervantes, supuesto que no lo desmerecía por su acreditado valor, como lo daba bien a entender su mano izquierda estropeada y sin movimiento» (Pellicer, 1797, pp. 60-61).
- Véase Pellicer y Conde, 1800, p. 12.
- Esta cronología puede encontrarse en Pellicer, 1797, pp. 60-63.
- Véase Pellicer y Conde, 1800, p. 13.
- Ibídem, pp. 14-15.
- Ibídem.
- Ibídem, p. 15.
- Véase el «Discurso preliminar» de Pellicer, 1797, pp. 55-56.
- Véase Pellicer y Conde, 1800, p. 16. La voz zolochería equivale a tontería, y está formada a partír del adjetivo coloquial zolocho, que vale por «simple, mentecato, aturdido o poco expedito» (DLE).
- Ibídem, p. 16.
- Ambrosio Calepino (1440-1510), humanista, enciclopédico y políglota italiano conocido universalmente por su Dictionarium polígloto cuya versión más amplia contaba con once lenguas.
- Ibídem, p. 17.
- Ibídem, p. 8.
- Id. p. 18.
- Iǧl, pl. aǧāl: manada de bovinos; arḫ, pl. irāḫ: novillo; ġazāl: gacela, antilope; ǧawḏar: novillo, becerro.
- Véase Pellicer y Conde, 1800, p. 18.
- Ayyal / ayyil. La transcripción yyel parece reflejar una asimilación armónica.
- La transcripción be refleja imāla o palatalización de la vocal a, muy frecuente en el ámbito arabófono.
- Pellicer y Conde, 1800, p. 19.
- Ibídem, p. 20.
- Tomás van Erpen (1584-1624), también conocido como Erpenio, fue un orientalista holandés célebre por haber establecido una imprenta árabe de la que salieron obras como la Colección de proverbios árabes o la Historia de los sarracenos de Elmacín.
- La traducción literal es «excremento de gacela», aunque el autor está identificando constantemente «ciervo» con «gacela».
- Pero es posiblemente una mala grafía de sulṭān, porque en árabe, la letra equivalente a la ele se liga a la siguiente; si no lo hace, entonces es la letra alif que indica que la vocal anterior tiene una ā larga. No puede ser en ningún caso Satanás (Šayṭān).
- Pellicer y Conde, 1800, p. 24.
- Ibídem, p. 23.
- Ibídem, p. 24.
- Ibídem, pp. 25-26.
- Ibídem, p. 27.
- Ibídem.
- Ibídem.
- Horacio, Ars poetica, v. 5. Por su traducción «¿Podríais contener la risa, amigos?».