Biblioteca de la Lectura en la Ilustración
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Identificación

Carta crítica al autor de las notas de Don Quixote. En la que se descubre el verdadero autor de su famosa historia a quien Cervantes da el nombre de Cide Hamete Benengeli

Juan Francisco Pérez Cagigas
1800

Resumen

Tras la publicación en 1800 de la voluminosa edición del Quijote preparada por Juan Antonio Pellicer, Juan Francisco Pérez Cagigas, un aficionado al estudio de la lengua árabe, publicó una carta cuestionando la traducción que el bibliógrafo zaragozano aducía del nombre de Cide Hamete Benengeli. En efecto, asistido por el arabista Jose Antonio Conde, Pellicer señalaba que Ben-engeli significa «hijo del ciervo» o «cervanteño» y que, por tanto, Cervantes habría arabizado su nombre en un claro juego metaficcional. Sin embargo, Pérez Cagigas desestimará las conclusiones de Pellicer y, en su lugar, defenderá que el verdadero significado del nombre del supuesto autor morisco del Quijote es el de «noble satírico ingenuo». 

Descripción bibliográfica

Pérez Cagigas, Juan Francisco, Carta critica al autor de las notas de don Quixote, en la que se descubre el verdadero autor de su famosa historia a quien Cervantes da el nombre de Cide Hamete Ben-engeli, Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1800.
2 hs., 12 pp., 2 hs.; 8º. Sign: Cerv C/17/10.

 

Ejemplares

Biblioteca Nacional de España

PID bdh0000096426

Bibliografía

Pellicer, Juan Antonio, El ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid: Gabriel de Sancha, 1797.

Cita

Juan Francisco Pérez Cagigas (1800). Carta crítica al autor de las notas de Don Quixote. En la que se descubre el verdadero autor de su famosa historia a quien Cervantes da el nombre de Cide Hamete Benengeli, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://www.bibliotecalectura18.net/d/carta-critica-al-autor-de-las-notas-de-don-quixote-en-la-que-se-descubre-el-verdadero-autor-de-su-famosa-historia-a-quien-cervantes-da-el-nombre-de-cide-hamete-benengeli> Consulta: 07/10/2024].

Edición

Muy señor mío: Hace poco tiempo que, por divertirme, empecé a leer las notas que vuesa merced ha puesto al Quijote. No dejaron de llevarme la atención algunas, con especialidad las que tienen conexión con el árabe, por ser aficionado a este idioma. De otras hice poco caso, porque no me parecieron bien. Seguí leyendo hasta la página 96 del tomo primero en que estampo vuesa merced la etimología del supuesto nombre de Cervantes en una nota histórico-etimilógica bastante larga. La curiosidad de lo perteneciente al árabe, junta con el deseo de saber qué quiso decir Cervantes en las voces Cide Hamete Ben-engeli, que seguramente es una cosa que ha interesado a muchos sabios españoles por el honor de su patria, me hizo parar la consideración, juzgando hallaría la verdadera significación de aquel nombre. Con mucha atención leí la nota y, en lugar de aquietarse mi razón y tener aquella complacencia que causa en el alma el descubrimiento de la verdad, me quedé más frío que la nieve, no solo por la insulsez de la etimología, sino por la satisfacción con que al fin de la nota se ponen estas palabras: «Este descubrimiento, y esta erudición se deben a N., sujeto de conocida pericia en las lenguas orientales». Aunque no tengo el honor de conocer personalmente a este literato, no se me oculta su erudición en las traducciones que del griego tiene hechas, pero cotejando estas con la nota del Quijote, no puedo menos de exclamar: Indignor, quandoque bonus dormitat Homerus. Sí señor, dormido estaba sin duda cuando escribió una etimología tan pueril y, a mi parecer, infundada, como manifiestan las razones siguientes. 

Primeramente, se dice que merece particular atención el arte con que Cervantes supo arabizar su nombre ocultándole en el de Cide Hamete Ben-engeli, no tanto en el de Cide, que significa «señor», ni en el de Hamete, que es nombre común entre los moros, sino en el de Benengeli. No hay duda que Cervantes ocultó en aquellas voces de que formó su nombre, según la naturaleza del idioma árabe, unas cualidades que diesen a entender cuál era el verdadero autor de la fábula, pero también es cierto que, si así lo hizo, no arabizó su nombre propio como vuesa merced asegura, porque en esta suposición no hubiera dado lugar a dudas arabizando el Miguel y el Saavedra, cosa que no hizo, ni la pensó. Mas, decía yo, entre los árabes todos los nombres tienen significación y vuesa merced lo confirma dándosela al Ben-engeli; pues si esta voz significa «el cervanteño» para el etimologista, ¿qué significará Hamete? ¿Cómo se apropió el Cide, que no usan indistintamente los árabes? ¿Se contentará un curioso e inteligente en este idioma, diciéndole que usó de aquel por ser común en Arabia, y de este porque significa «señor»? Yo, a lo menos, no quedé satisfecho. 

Si hubiera consultado el autor de la nota las historias de los moros, hubiera advertido que, aunque estos toman sus nombres unos de otros, no lo hacen sin razón particular, pues atienden a la fisonomía, cualidades, hechos o acontecimientos futuros del sujeto y, de este modo, todos sus nombres tienen significación en su idioma. Mohammed, por ejemplo (este es el verdadero nombre de Mahoma) significa «el alabado», observándose lo mismo en los nombres de los hebreos, de los griegos, y aun de los latinos. De aquí deducía luego que las voces Cide Hamete Ben-engeli tienen significación. ¿Cuál es, pues, esta? Veré si hallo alguna conjetura que la manifieste con versoimilitud. 

Tres son las voces que escogió Cervantes ocultando en ellas el verdadero autor del Quijote, a saber: Cide, Hamete, Ben-engeli. Cide significa «señor, noble, capitán», como puede ver el inteligente en el Golio, raíz sada, que significa «dominar, gobernar, ser príncipe y cabeza». Cervantes tomó con mucha razón este nombre, pues era noble. Además, no falta quien diga que consiguió una bandera en la milicia. Y todos convienen en que fue un guerrero muy valiente, y en este caso atribuyen los árabes el epíteto Cide, como lo hicieron con Rui Díaz, llamándole Cid por sus hazañas, y en esta significación le trae también el Terreros


La segunda voz Hamete, que no se interpretó en la nota por ser nombre común entre los árabes, en mi opinión explica la clase de historia que compuso Cervantes. Vuesa merced mismo confiesa en los párrafos 2 y 4 del discurso preliminar que escribió una sátira. Esta se escribe ocultando el verdadero sentido de las voces y por eso se dijo la sátira quae ridendo corrigit mores. El autor, que acaso sabría la costumbre de los árabes, al tomar para sí ciertos dictados, o se valdría de quien la supiese, se tituló con referencia a su obra el satírico, o el que compone sátiras, que esto significa la voz hamit, o hamilton a lo erudito de la raíz hameta, que significa «ocultar la locución, la risa». De este modo, se da una exposisión a la voz árabe muy conforme al uso de los orientales, y se manifiesta que el autor no tomó este nombre solo «porque de él usaban los mahometanos».

Antes de dar la explicación al Ben-engeli es necesario que los lectores sepan como forman los árabes sus sobrenombres. Estos, en lo general, no conocen los apellidos y, en su lugar, toman o el nombre del primogénito, a quien precede la voz abú, «padre», como Mohammed Abu-l-kasem, Mohammed padre de Kasem, que este es el nombre del hijo primero que tuvo Mahoma; o el nombre de su progenitor con la voz Ben, «hijo», como me los aseguró un moro con quien traté algún tiempo, cuyo nombre era Mohammed ben Abdu-l-kerim, esto es, Mohammed hijo de Abdu-l-kerim. Esta es la costumbre de la mayor parte de los orientales, como lo fue de los castellanos, que se llamaban por ejemplo Antonio Sánchez, o hijo de Sancho; Julián Domínguez, o hijo de Domingo, y después estos nombres patronímicos quedaron permanentes en las familias como nombres distintivos, que llamamos apellidos. Por esta razón no me parece conveniente la significación que da vuesa merced al Ben-engeli, ya porque este debe significar alguna cualidad por donde se venga en conocimiento del autor, pero que sea distinta de su apellido, así como el Hamete lo es del nombre propio Miguel, ya porque debemos guardar en cuanto sea posible la uniformidad de las letras, pues Cervantes escribió su nombre con letras latinas, y es regular que usara de las más semejantes en la pronunciación a las nuestras y cualquiera notará la diferencia que hay entre EngeliYyeli, pues se debe escribir con «y» y no con «g» como vuesa merced lo ha hecho; ya porque para significar «el hijo del ciervo o cervantes», no debió haber puesto artículo al Yyel y decir Ben-el-yyel y así se nota más la diferencia, ya porque no todos los diccionarios le dan al yyel la significación de «ciervo», antes bien el Gigeo le da la de «capreolus, cabra montés, gacela» y el Golio asegura que esta significación es conforme con los Diccionarios de Camus, Maruphides y Demirio y, en este sentido, se debía interpretar el Ben-engeli, «el hijo de la cabra montés, cabriteño o gaceleño». Y ya finalmente porque cervanteño no tiene conexión con cerval; sin embargo de que vuesa merced supone en la noa que son adjetivos sinónimos. Pero en los diccionarios ni se halla semejante voz. De que se puede inferir que vuesa merced la ha inventado en esta significación para salir del apuro de dar la etimología de Cervantes. Estos supuesto, siguiendo el uso de los árabes en esta voz como en las antecedentes, le diré lo que me parece mas conforme en orden a su significado. 

El verbo nejala significa «separar», o escoger lo mejor, de aquí forma el Golio el participio najil, «el ingenuo, el sencillo», que, unido al Ben como adjetivo, dirá ben-najil o ben-nejell, «el hombre ingenuo», y he aquí una significación que conviene a Cervantes escribiendo su obra, a saber: el Noble Satírico Ingenuo, esto es, el único que con ingenuidad supo declamar en estilo jocoso contra los libros de caballería, hasta desterrarlos del orbe. Mas, si acaso no le acomoda a vuesa merced esta interpretación, le daré otra. La raíz jalla significa «ser pobre, desgraciado». De ella se deriva el nombre jell, «el pobre, el desgraciado», que, unido al ben, dirá ben-el-Jelli, «el hombre desgraciado o pobre». Y de este modo le conviene con mucha razón a Cervantes, que estaba sumamente pobre cuando escribió el Quijote, y por eso se llamó «el nobre satírico, hijo de la desgracia o desgraciado». El inteligente que se haga cargo y comprenda el artificio, aunque sencillo, del idioma árabe, conocerá que estas, que no son más que conjeturas, tienen, a mi parecer, más conexión con el pensamiento de Cervantes, si se atiende al fin que se propuso en dar a luz su caballero andante y sus circunstancias, que la del cervanteñis que nos puso vuesa merced en sus notas. En cualquiera de las dos se observa la nobleza o valentía del autor. En el Cide, el noble, el fin de la fábula; en el Hamete, el satírico y, últimamente, la cualidad que, distinguiéndole de todos, le hace a él solo conocido en el Ben-engeli, o ya sea «el ingenuo o el desgraciado». 

He manifestado mi opinión en este punto a fin de que tal vez con el tiempo se acabe de aclarar una cosa en que se interesaba la España, porque es ridículo el ignorar la significación de unas voces que han sido vulgares en nuestra Península. Y en tanto queda de vuesa mercer S.S.S. El Patricio.