Biblioteca de la Lectura en la Ilustración
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Identificación

Teatro español. Coliseo de la Cruz. Las minas de Polonia

Pedro María Olive
1805

Resumen

Esta pieza de René Charles Guilbert de Pixérécourt, que tradujo María de Gasca y Medrano, respondía, como la crítica de Pedro María Olive señala, a un teatro de espectáculo importado que se alejaba de la composición de obras dramáticas en las que el texto sirviera para llevar a la escena los principios del arte y de la poesía. 

Descripción bibliográfica

[Olive, Pedro María] «Teatro español. Colseio de la Cruz. Las minas de Polonia», Minerva o El Regañón General. Obra periódica, T. I (1805), núm. XVII (26 de noviembre), pp. 153-155. 
4º. Sign: BNE ZR/1269/11.

Ejemplares

Biblioteca Nacional de España

Hemeroteca digital

Bibliografía

Moll, Jaime, «Catálogo de comedias sueltas conservadas en la Biblioteca de la Real Academia Española», Boletín de la Real Academia Española, T. XLIV (1964) cuad. 171, t. XLV (1965) cuad. 175, y t. XLVI (1966) cuad. 177, n. 759.

Herrera Navarro, Jerónimo, Catálogo de autores teatrales del siglo XVIII, Madrid: Fundación Universitaria Española, 1993, p. 212.

Rodríguez Sánchez de León, María José, La crítica dramática en España (1789-1833), Madrid: CSIC, 1999, pp. 148-149.

Cita

Pedro María Olive (1805). Teatro español. Coliseo de la Cruz. Las minas de Polonia, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://www.bibliotecalectura18.net/d/teatro-espanol-coliseo-de-la-cruz-las-minas-de-polonia> Consulta: 23/04/2024].

Edición

Decía Mercíer, que llamaremos tableau, para distinguirle de otros muchos del mismo nombre, que si le apuraban un poco los que le andaban criticando sus espantosos dramas, pondría en la escena todo un hospital. Lo que este buen francés prometió, creo esté cerca de cumplirse, pues ya vemos, y en el mismo país de los Molières y Racines, comedias en alta mar, en el puente de un navío y en la picota de la torre y ahora esta en lo profundo de una mina.

Ello es cierto que lo bueno y arreglado es común y muy antiguo, con que la novedad y la moda deben consistir ahora en lo malo y extravagante. La sencillez causa hastío, pero el grande aparato de máquinas y decoraciones no puede menos de divertir. Habiéndose adelantado mucho las artes mecánicas y químicas, es más fácil entretener al pueblo con la imitación de un incendio, de una tempestad, de un naufragio, de un volcán, y con las vistas de una mina, o con un panorama o un cuadro movible, que con una escena bien urdida, versificada y representada. De lo primero todos entienden y todos gustan, pues cual más, cual menos, todos somos niños, que nos pagamos de apariencias. Pocos entienden de lo segundo y aun menos hay que gusten de ello. En el día es muy fácil hallar un buen maquinista, polvorista, pintor de perspectivas, bailarín o saltimbanco, y muy difícil dar con un buen poeta. Por lo tanto, aconsejaré al empresario de un teatro, y creo me lo agradecerá, nombre por autor de sus comedias al tramoyista, sean sus actores volatineros o saltarines de cuerda para los saltos mortales que hay que dar, cantores, bailarines y espadachines, porque de todo esto tendrá que hacer uso. Y, en cuanto a los versos, como cosa que nada importa, que los haga la real la vara el primer coplista con quien tropiece.

Parecerá a alguno esto que digo cosa de burlas, pero no sino muy de veras, y si duda de ello, vaya a ver la comedia de Las minas de Polonia, que con sumo aplauso y grande utilidad del teatro se ha representado por muchos días en el de la Cruz, y es de creer se vuelva a representar.

No parece sino que el empresario ha seguido el mismo mismísimo consejo que acabo de dar. Por de contado es el autor un verdadero tramoyista, inocente, inocentísimo en esto que llaman arte, pero hábil en máquinas, tramoyas, golpes de teatro, cuadros y demás gracias de moda. Razón no se necesita; juicio, Dios lo dé; verosimilitud, ni pensarlo; caracteres exagerados, horror y barbarie para que todos tiemblen y se estremezcan; mucho incidente y enredo, aunque sea el mas común y conocido; bonitas decoraciones, tramoyas y escotillón, no mal imitados trajes, mucha comparsa, sus trozos de músíca, su cachito de baile, los actores, saltarines de cuerda, que más lo lucen en subir y bajar aprisa por una maldita escala que en la representación, aunque no lo ejecutan mal en lo que les permite el mal zurcido drama y ya hay que sobra para que la comedia agrade.

¿Y el lenguaje? Hecho por el primero que se halló a mano: no sé si es prosa rimada o sin rimar, pero sí que no es castellano, ni cosa que lo valga: frases de relumbrón, palabrotas y galicismos.