Biblioteca de la Lectura en la Ilustración
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Identificación

Ensayo sobre los placeres de la imaginación

Joseph Addison; José Luis Munárriz (traductor)
1804

Resumen

En 1804 José Luis Munarriz, traductor español de las Lecciones sobre la Retórica y las Bellas Letras de Hugh Blair, envía para su publicación en la revista de su amigo Manuel José Quintana su versión del ensayo que en 1712 publicara Addison en el periódico británico The Spectator. Munárriz la ofreció al público por entender que constituía «una teoría apreciable en todos los sentidos» y porque, según declara, el Plan de las Variedades consistía en insertar en sus páginas artículos y discusiones «sobre las partes más útiles y amenas de los ramos comprendidos en la denominación genérica de literatura» (Lecciones sobre la Retórica y las Bellas Letras, T. III, p. 28). Del texto addisoniano afirma:

Estamos aún muy distantes de tener un sistema relativo a este asunto [los placeres del gusto]. Addison fue el primero que emprendió acerca de él una indagación metódica en su Ensayo sobre los placeres de la imaginación. Él redujo estos placeres a tres clases: belleza, grandeza y novedad. Sus especulaciones en esta parte, si no son profundas, son como quiera muy bellas y entretenidas y tienen el mérito de haber abierto un camino aún no hollado (Blair, Lecciones sobre la Retórica y las Bellas Letras, 1804, T. III, p. 55).

Para más información sobre este texto, consúltese On the pleasures of the imagination.

Descripción bibliográfica

Munárriz, José Luis, «Ensayo sobre los placeres de la imaginación», Variedades de ciencias, literatura y artes, T. III (1804), núms. XIII, pp. 27-46; XIV, pp. 82-99 y XV, pp. 159-176.
Sign.: BHMV BH Rev. 72-1.

Ejemplares

Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla

BH Rev. 72

Bibliografía

Cita

Joseph Addison; José Luis Munárriz (traductor) (1804). Ensayo sobre los placeres de la imaginación, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://www.bibliotecalectura18.net/d/ensayo-sobre-los-placeres-de-la-imaginacion> Consulta: 28/03/2024].

Edición

ENSAYO SOBRE LOS PLACERES DE LA IMAGINACIÓN

Capítulo 1

La vista es el más perfecto y delicioso de todos nuestros sentidos. Presenta al ánimo ideas más variadas, conversa con los objetos a mayor distancia y continúa más tiempo en acción sin cansarse ni saciarse tan pronto de lo que goza. El tacto puede sin duda darnos la idea de la extensión, de la figura y de las demás propiedades de la materia excepto los colores. Pero es muy encogido y limitado en sus operaciones con respecto al número, al tamaño y a la distancia de sus peculiares objetos. Parece que la vista se dirige a suplir todos estos defectos y que puede considerarse como una especie de tacto más delicado y difuso, que se extiende a una muchedumbre infinita de cuerpos, comprende las figuras más extensas y nos facilita las partes más remotas del universo.

Este sentido provee de ideas a la imaginación. Así, por placeres de la imaginación o de la fantasía, palabras de que usaré promiscuamente, solo entiendo los placeres que nos dan los objetos visibles, sea que los tengamos actualmente a la vista, sea que se exciten sus ideas por medio de las pinturas, de las estatuas, de las descripciones u otros semejantes. A la verdad no puede la fantasía presentarnos una sola imagen que no haya entrado en ella primero por la vista, pero podemos retener, alterar y componer las imágenes recibidas y formar de ellas cuantas pinturas y visiones agraden más a la fantasía, tanto que, por esta facultad, un hombre encerrado en un calabozo puede entretenerse con escenas y países más bellos que cuantos se encuentran en toda la naturaleza.

Pocas palabras se emplean en sentido más vago y general que imaginación y fantasía. Por eso me parece indispensable fijar y determinar la noción que tengo formada de ellas y el sentido que pienso darles en la serie de estas especulaciones, pues solo de este modo podrá el lector concebir bien el asunto de que trato. Por placeres de la imaginación entiendo solamente aquellos que nacen de la vista y son de dos clases. Hablaré desde luego de aquellos placeres primarios, que provienen enteramente de los objetos cuando los tenemos presentes. Después trataré de aquellos placeres secundarios, que dimanan de las ideas de los objetos visibles, recordadas y formadas en visiones agradables de cosas ausentes o quiméricas [1].


Los placeres de la imaginación tomados en su mayor extensión ni son tan groseros como los que nos dan los demás sentidos, ni tan acendrados como los del entendimiento. Estos últimos son generalmente preferibles porque se fundan en algún conocimiento nuevo o mejora del ánimo. Sin embargo, es forzoso confesar que los placeres de la imaginación, comparados con los del entendimiento, no son menos grandes ni causan menor entusiasmo. A más de esto, los placeres de la imaginación llevan consigo la ventaja de ser más obvios o más fáciles de adquirir que los del entendimiento. Basta abrir los ojos y aparece la escena. Con poca atención de parte del observador, se pintan por sí mismos los colores en la fantasía. Sin saber cómo nos causa sensación la simetría de la cosa que vemos y reconocemos instantáneamente la belleza de un objeto sin necesidad de indagar la causa.

El que posee una imaginación delicada participa de muchos y grandes placeres de que no puede disfrutar un hombre vulgar. Puede conversar con una pintura y hallar en una estatua una compañera agradable, encuentra un deleite secreto en una descripción y a veces siente mayor satisfacción en la perspectiva de los campos y de los prados que la tiene otro en poseerlos. La viveza de su imaginación le da una especie de propiedad sobre cuanto mira y hace que sirvan a sus placeres las partes más eriales de la natualeza.

Muy pocos hay que sepan estar ociosos y conservar la inocencia o gustar de placeres que no sean criminales. Cada diversión que disfrutan es a costa de alguna virtud y el primer paso que dan al dejar sus negocios es sumergirse en vicios y extravagancias. Por esto debieran todos esforzarse a extender cuanto fuese posible la esfera de los placeres inocentes a fin de poder acogerse a ellos con la seguridad de encontrar en su seno una satisfacción de que los sabios no tengan por qué avergonzarse. De esta satisfacción gozamos por medio de los placeres de la imaginación, los cuales no piden una intención cual se necesita para ocupaciones más serias y, al mismo tiempo, impiden al ánimo abismarse en la inteligencia y el descuido que suelen acompañar a los deleites sensuales, siendo al mismo tiempo como un ejercicio moderado de nuestras fuerzas que las despierta y aviva sin causarnos particular molestia.

Podemos añadir que los placeres de la imaginación son más conducentes a la salud que los del entendimiento. Estos suelen ir acompañados de un trabajo demasiado violento del cerebro. Pero escenas deliciosas, sea de la naturaleza, de la poesía o de las artes, tienen una influencia tan benigna sobre el cuerpo, como sobre el ánimo y no solo sirven para depurar la imaginación y hacerla brillante, sino también para despedir la melancolía y la aflicción, poniendo los espíritus animales en agradable movimiento. Por esta razón Bacon en su Ensayo sobre la salud, en que particularmente disuade al lector de las investigaciones sutiles y espinosas, juzgó oportuno prescribirle el entretenimiento de un poema o una vista y aconsejarle que siga aquellos estudios que llenen el ánimo de objetos nobles y espléndidos como historias, fábulas y contemplaciones o vistas de la naturaleza.

En este capítulo he fijado por vía de introducción el sentido de los placeres de la imaginación, objeto de mi empresa, y he procurado hacer al lector varias consideraciones con el fin de recomendarle su utilidad e importancia. En el siguiente examinaré las diversas fuentes de donde se derivan estos placeres.

  1. Ambas cualidades, fantasía e imaginación, son entendidas en el ámbito de la poética como facultades opuestas a los conceptos de razón, juicio e incluso de memoria. A menudo utilizadas como sinónimos, hacen referencia a aquello que es percibido por los sentidos y que puede ser objeto de nuevas posibilidades combinatorias. La diferencia entre los conceptos de fantasía e imaginación radica en que la fantasía constituye una memoria emancipada del tiempo y del espacio. Según explica Ferraris en La imaginación, en las lenguas neolatinas subsiste la idea de que la imaginación es la retención de lo ausente y la fantasía su reelaboración (Ferraris, M., La imaginación, Madrid: Visor, 1999, p. 11). No obstante, reconoce que la traducción de ambos términos resulta problemática siendo además frecuentes las inversiones de sentido entre ellos (Idem, 12-19). Al explicar el concepto en Hobbes, Pascal y Spinoza la imaginación realiza una función revividora de lo ausente pudiendo ser fuente de la ilusión (Idem, 90-92).